27 enero 2010

Jacinto Faya Viesca: Opciones para Nuestra Vida

PALABRAS DE PODER
Nosotros tenemos la capacidad de elegir: o bien, optamos por una vida acobardada, apagada y medrosa, o nos decidimos por levantarnos cada día diciéndole un sí incondicional a nuestra vida.

O nos encogemos como gusanos medrosos, o cada día nos sumergimos de lleno en la vida, bañando nuestro espíritu de todas las inmensas fuerzas de la Naturaleza. Podemos elegir: dejar que un mezquino terror se apodere de nuestro corazón, o henchimos nuestro pecho de un sano orgullo, estremeciéndonos de gozo por meter de lleno nuestras manos en la vida, en nuestra particular vida que nos toca vivir.

En el fondo de nuestro corazón, sabemos que la poderosa instancia de nuestra alma puede vencer muchos obstáculos, como también sabemos, que podemos desperdiciar el inmenso tesoro que es el día en que estamos viviendo, hiriendo de muerte al día con nuestra voluntad indecisa y nuestro torpe actuar vacilante y medroso.

Sabemos, que la vida humana nos ofrece múltiples opciones, y que una sola de ellas puede bastarnos para despertar en nosotros un vivo y grande interés. Como también sabemos, que nuestra indolencia, el dejar las cosas para después, el no estimar en lo debido la inmensa riqueza de la vida humana, nos conduce a una existencia de carencias y lamentos.

Tenemos la experiencia, de que si ha brotado de nuestro pecho una firme decisión, le podemos dar vida a esta decisión, con una pronta osadía, actuando de inmediato y sin dilación alguna. Como también la experiencia nos lo ha demostrado, que la irresolución nos lleva a la parálisis y al encogimiento.

En el fondo insobornable de nuestra conciencia, por más confusas que nos parezcan las cosas, si aun conservamos algo de bondad, sabremos distinguir el camino recto. Nuestro corazón ilumina a nuestra conciencia, o la conciencia le prende fuego a nuestro corazón, pero la realidad, es que siempre podremos distinguir el bien del mal.

Ante una adversidad, la vida nos da la oportunidad de tomar una decisión existencial: seguimos aferrados a la vida luchando con honor y dignidad, mostrando un valor ejemplar, o bien, maldecimos nuestro destino y hacemos de nuestra existencia un viacrucis. Si optamos por estar plenamente vivos en nuestra vida, podríamos sentirnos como se sintió Fausto, en la obra que con este mismo nombre escribió Goethe: “Siento bríos para aventurarme en el mundo, para afrontar las amarguras y dichas terrenas, para luchar contra las tormentas y permanecer impávido en medio de los crujidos del naufragio”. Si optamos por el viacrucis, aceptemos que permanentemente un mezquino terror se robará nuestra alma, y la aventará a las penumbras de la no vida, de la indecisión, y de un vaivén que va de la impotencia a la desesperación.

Ante las anteriores opciones, Critilo nos deja una impactante reflexión de Goethe, al poner en boca de Fausto la siguiente exclamación:

“Lancémonos en el torbellino del tiempo, en el torbellino de los acontecimientos. Alternen uno con otro entonces, como puedan, el dolor y el placer, la suerte próspera y la adversa. Sólo por una incesante actividad es como se manifiesta el hombre”.

Goethe no nos habla de un mundo maravilloso donde todos nuestros deseos y fantasías se cumplen. No, sino que nos quiere transmitir la poderosa idea de que vale la pena meternos en “el torbellino de los acontecimientos”. Y todo torbellino implica extremos: dudas y certezas; lluvias que dañan, y a la vez lluvias que florecen los campos; torbellinos que implican pérdidas ante los riesgos, pero a la vez, torbellinos que nos encumbran en lo alto de las montañas.

Decía Séneca, que a todo bien, le seguirá un mal, y que todo placer trae su cuota de dolor. No se trata de una serie matemática, sino que nos quiere revelar el hecho de que la vida trae los inmensos regalos de una existencia exuberante, pero también, la vida trae el sello y el embrión de su propia muerte. Critilo nos invita a elegir las opciones que nos conduzcan a una incesante actividad, y a las opciones siempre amigas de una vida más plena y auténtica.

22 enero 2010

Sergio Sarmiento: Tiger y el Zulú

Tiger y el zulú
“La moral... pertenece siempre al reino de la libertad, no al del control”.
Fernando Savater

Dicen que Tiger Woods dejó los palos, pero no se refieren sólo a los del golf.

El mejor golfista de todos los tiempos y el deportista con mayores ingresos del mundo en los últimos ocho años, anunció el 11 de diciembre de 2009 que dejaría el golf por tiempo indefinido para hacer un esfuerzo por mantener unida a su familia, después de que se dio a conocer que había cometido distintos actos de infidelidad marital.

Este 19 de enero se reveló que el golfista, cuyo nombre real es Eldrick Tont Woods, ingresó a una clínica llamada Servicios de Adicción y Salud Conductual Grove en Hattiesburg, Mississippi. El propósito es tomar un tratamiento para su “adicción al sexo”. Para ingresar a esta clínica, el golfista de 34 años de edad firmó un contrato de celibato voluntario que le prohíbe tener relaciones sexuales durante cuatro meses. No se le permite siquiera satisfacerse a sí mismo.

Woods no sólo está viviendo este tratamiento, sino que ha perdido también varios de los patrocinios que le permitieron obtener ingresos por 110 millones de dólares en los 12 meses concluidos en mayo de 2009 (sólo 5 millones en premios de golf, según la revista Forbes). Woods, quien era una presencia constante en los medios gracias a sus contratos de promoción con Accenture, GM, AT&T, Gillette y Nike, entre otros, no ha aparecido en ningún anuncio de televisión en horario estelar en Estados Unidos desde el 29 de noviembre, según Nielsen Co.

Me imagino que muchos de los directivos de las empresas que han congelado a Tiger se sentirán incómodos. De alguna manera son hipócritas, porque no creo que haya muchos que nunca hayan cometido un acto de infidelidad. Sin embargo, los anunciantes no se atreven ya a identificarse con el deportista.

Si alguna duda cabe de que la moral sexual es relativa y definida por consideraciones culturales, basta comparar el caso de Woods con lo que está ocurriendo en la República de Sudáfrica, la próxima sede de la Copa del Mundo de futbol y un país que se presenta como ejemplo por haber dado a sus pueblos originales negros igualdad jurídica con la población blanca.

Este 4 de enero, el presidente sudafricano Jacob Zuma, un firme creyente en la institución del matrimonio, contrajo matrimonio por quinta ocasión a sus 67 años. Thobeka Mabhija es su tercera esposa oficial en este momento. Zuma está aún casado con Gertrude Sizakele Khumalo, con quien contrajo matrimonio en 1973 y quien asistió a la nueva boda. También lo está con Nompumelelo Ntuli, de 34 años, con quien se casó en 2008.

Una anterior esposa, Kate Mantsho, con quien tenía cinco hijos, se suicidó en 2000. Otra más, Nkozasana Dlamini, se divorció de él, pero es ministra del interior en su gabinete. Zuma tiene compromisos formales para contraer matrimonio con otras dos mujeres y cuenta con 19 hijos reconocidos de siete mujeres diferentes.

Algunas voces se han levantado en Sudáfrica para protestar por los matrimonios del presidente, pero la ley sudafricana permite la poligamia a los zulúes por respeto a sus usos y costumbres. La moral, como vemos, es muchas veces relativa y condicionada al entorno cultural. Un acto condenado socialmente en una cultura se convierte en simple anécdota en otra.

En la mayoría de los países modernos sólo se permite mantener un matrimonio a la vez. La Iglesia Católica prohíbe incluso el divorcio. El Islam acepta hasta cuatro matrimonios, pero sólo al hombre y no a la mujer. En la cultura zulú no parece haber límite a los matrimonios de un hombre.

12 enero 2010

Sergio Sarmiento: Moises Saba

Si Dios no existiera, habría que inventarlo.
Voltaire
Conocí a Moisés Saba Masri en agosto de 1995. El tenía, me parece, 32 años; era vicepresidente ejecutivo de TV Azteca y uno de los principales accionistas de la firma a la que yo acababa de ingresar como vicepresidente de noticias. Lo veía una vez a la semana, en reuniones del comité ejecutivo, y gradualmente nos fuimos haciendo amigos.

La amistad persistió después de que en 1998 yo dejé la vicepresidencia de noticias y él TV Azteca. Nos seguimos reuniendo a comer de vez en cuando, en un principio con su padre Alberto Saba Rafful, después los dos solos. Nunca había una razón especial o agenda formal. Simplemente llegaba un momento en que alguno de los dos llamaba al otro y le decía: "Hace mucho que no nos vemos."

En un principio hablábamos de economía y política. El tema de la seguridad lo obsesionaba, como a muchos miembros de la comunidad judía, por los ataques y secuestros de que ésta había sido víctima. Con el tiempo, sin embargo, nuestras conversaciones empezaron a orientarse más hacia la filosofía, la religión y la moral. Se sorprendió una vez al saber que yo había colaborado en una traducción del Corán al español y le regalé una de las pocas copias que me quedaban. La última vez que nos vimos, el 22 de septiembre del 2009, la mayor parte de la conversación fue sobre religión y moral.

No era fácil conciliar las posiciones de un joven judío ortodoxo como él y de un viejo liberal como yo. Pero siempre aprendimos algo el uno del otro. Ésa es, me parece, la amistad más preciada: no la que surge de las coincidencias obligadas o inculcadas, sino la que se cultiva con respeto entre mentes discrepantes.

Siempre admiré la rectitud personal de Moisés. Recuerdo su angustia cuando la Comisión de Valores y Mercado de los Estados Unidos (Securities and Exchange Commission, SEC) lo acusó de haber ocultado información a los accionistas minoritarios de Unefon. Al final fue exonerado, pero la acusación había generado ya un daño a su prestigio personal. Como yo conocía bien la operación, siempre sostuve que había sido limpia.

En México, quienes lo conocían sabían de su generosidad y honestidad. En su comunidad se le escogió como una especie de juez o mediador para resolver problemas familiares. Me tocó verlo hacer esfuerzos para que en los conflictos familiares las esposas y los niños no dejaran nunca de tener la protección física, psicológica y económica que merecían.

La última vez que comimos me pasó en el teléfono a Adela, su esposa, quien me preguntó por qué no la invitábamos a nuestras reuniones. Quedé que en la próxima ella estaría con nosotros, pero esa reunión nunca se llevó a cabo.

Este domingo 10 de enero el helicóptero en que se trasladaban Moisés y Adela, así como su hijo Alberto y su nuera Judith, se desplomó e incendió en San Lorenzo Acopilco, en Cuajimalpa, Distrito Federal. Los cuatro, así como el piloto Armando Fernández, fallecieron en el accidente.

Es difícil comprender el dolor de don Alberto Saba y su esposa, quienes hace años ya habían perdido a un hijo adolescente por cáncer. Mis recuerdos de don Alberto son de un hombre muy trabajador que adoraba a su hijo Moisés. No sé cómo va a superar esta tragedia.

Las conversaciones entre Moisés y yo eran diálogos entre un hombre profundamente religioso y un agnóstico. Hoy sólo espero haber sido yo el equivocado. Hay dolores que sólo la convicción de un orden superior pueden ayudar a superar.

01 enero 2010

Envenenan a indigentes con comida de Año Nuevo

Una persona murió y 44 más debieron ser atendidas en clínicas luego de consumir alimentos que contenían vidrio molido y veneno colocados deliberadamente en una comida servida por desconocidos a varios indigentes, informaron el viernes las autoridades.

Romelia Cuevas, jefa encargada de Fiscalías de Cali, explicó telefónicamente que se buscaba a quienes entregaron ese alimento.

"Parece que fueron dos personas", dijo la funcionaria.

El hecho se registró en el barrio El Calvario, en el centro Cali, informó en entrevista telefónica el general Miguel Angel Bojacá, comandante de la policía de esa ciudad, 300 kilómetros al oeste de Bogotá.

Relató que hacia las 18:00 horas del jueves, una o más personas repartieron a varios indigentes buñuelos y natilla, un plato típico de la Navidad y el Año Nuevo en Colombia.

Maurix Fernando Rojas, médico toxicólogo del Hospital Universitario del Valle, en Cali, consideró que los alimentos tenían como propósito envenenar a esas personas.

"El aspecto de la natilla era de color café. Tenía vidrio molido en su interior. Además de eso tenía unos granulitos de color negro que podrían corresponder a un pesticida", relató Rojas en conversación telefónica.

Agregó que los afectados "llegaron con síntomas de intoxicación por pesticida tipo organofosforado, que se utiliza en el campo, por ejemplo, para matar hormigas o los insectos de las plantas".

Según el galeno, los pacientes le dijeron que unos cinco minutos después de consumir la natilla, empezaron a sentir náuseas, vómito y mareo "y otros síntomas que me llevan a concluir, sin ninguna duda, que el alimento estaba envenenado".

De los 45 intoxicados, un murió cuando era trasladado al centro médico y siete se encuentran en estado crítico.

El médico Iván González, director del Hospital San Juan de Dios de Cali, dijo que allí fueron recibidas 27 personas intoxicadas. Al igual que Rojas, González advirtió que el alimento consumido por los indigentes tenía un tóxico, "tal vez un carbamato" (otro tipo de plaguicida).